Artículo del Dr. Jorge Carvajal Posada. A los
médicos convencionales, les cuesta entender que pueda tratarse a los
enfermos con métodos terapéuticos que utilizan básicamente la luz para
curar. Y, sin embargo, está demostrada su efectividad y científicamente
explicadas las razones que lo hacen posible.
Analicémoslo.
Eres tierra y en luz tierra te has de convertir.
Eres polvo de estrellas y en luz de estrella te has de convertir.
Que en la muerte que disuelve la materia se revele siempre la
conciencia pues siempre, en cada muerte, en esa viva luz te has de
convertir.
Nos dirigimos a la misma luz de la que un día partimos.
El descubrimiento de que las células emiten luz de baja intensidad; nos
ha permitido comprender por fin, los principios básicos de la evolución
biológica. Es más, ha permitido encontrar explicaciones sobre el
influjo del medio ambiente electromagnético en la evolución de la vida; y
entender aspectos de la investigación farmacológica, la nutrición, la
división celular, el cáncer… Llegada es; pues, la hora de poner fin a la
disociación entre Biología y Física.
Hoy sabemos; de hecho,
que la luz juega un papel fundamental en los procesos moleculares
invisibles excitando las moléculas y modificando sus niveles
energéticos, siendo lo que hace posible gran cantidad de reacciones
bioquímicas. Y es que en el microcosmos molecular se produce un
intercambio de luz, sólo que en él las reacciones químicas son posibles a
partir de estados electrónicos activados que implican la liberación y
el intercambio de fotones.
Es decir, ya no puede afirmarse que
las características esenciales de la vida dependan sólo de procesos
metabólicos –que representan intercambios de materia y energía- sino
también de intercambios y transferencias de información. Y; por tanto,
no es suficiente ya con estudiar los detalles relativos a la
transferencia de informaciones bioquímicas –como; por ejemplo, las
hormonas- o la transferencia de informaciones biofísicas habituales
–como las diferencias de potencial y los gradientes de concentración.
Los problemas de recepción, transferencia, almacenamiento y
procesamiento de las informaciones biológicas; tanto en las células
aisladas como en los organismos, son pues, para la ciencia de hoy, de
vital importancia.
Y piénsese que las ondas electromagnéticas
(Fotones), abarcan en los sistemas vivos un amplísimo rango de amplitud y
de frecuencias: Desde menos de 1 hertzio a más allá de 1015. Altas
frecuencias en las que se encuentran; en general, líneas de resonancia
espectral de naturaleza específica y probablemente individuales: Son las
reacciones sensibles de los organismos vivos, a las exposiciones a
ondas electromagnéticas de frecuencias bien determinadas. Aunque parece
que las longitudes de onda más largas, son activas sobre superficies
mayores –como las de los órganos-; y las longitudes de onda más cortas,
intervienen a distancias más reducidas –como células y moléculas. De
hecho, en los vertebrados superiores, se pueden obtener poderosos
efectos con frecuencias comprendidas entre 1 y 100 hertzios.
LA LUZ EN LA TRANSFERENCIA DE INFORMACIONES BIOLÓGICAS
“Las células vivas, emiten normalmente una corriente fotónica
constante. Corriente que se modifica de modo abrupto cuando un virus
penetra en las células: Exaltación de radiación –silencio- nueva
exaltación y después extinción progresiva de la radiación en ondas
múltiples, hasta la muerte de las células. Esto recuerda casi la crisis
de dolor de un animal”. (Kaznatchejev y Micahilova)
Cada vez,
es mayor la evidencia científica de que existe comunicación entre las
células a través de la bioinformación electromagnética.
La radiación
fotónica –ultra tenue- se revela así, como un común denominador en
todos los seres vivos. En los que se manifiesta bajo la forma de
emisiones ultradébiles de fotones, que tienen un valor de comunicación
por emitirse a ritmos específicos constantes. Emisiones que se
constituyen en el sustrato portador fundamental de informaciones
biológicamente significativas; y que fueron ya descritas en Biofísica, a
comienzos del siglo XX, si bien sólo se reconoció su importancia en la
biología a partir de los avances en las técnicas de detección de
biofotones.
Ya en 1922, el biofísico ruso Alexander Gurwitsch,
observó que al aproximar las raicillas de una planta de cebolla al tallo
de otra planta de cebolla, se induce una multiplicación celular en el
tallo sometido a tal influjo, reconocida al microscopio por un aumento
de la mitosis. Efecto que se bloqueaba, cuando se cubrían las plantas
con tubos de vidrio. Pues bien –con gran sorpresa del investigador-, ese
efecto volvía a aparecer si en lugar de vidrio las plantas se
introducían en tubos de cuarzo. Y como la posible transferencia química
podía descartarse concluyó, que tenía que deberse a la luz ya que el
vidrio absorbe la radiación ultravioleta; mientras el cuarzo, la deja
pasar. ¡Una luz que influía directamente sobre el ADN!
(Tan
sensacional descubrimiento sería corroborado en 1974, por el Premio
Nobel de Física Denis Gabor, –descubridor del principio de la
holografía- al reproducir minuciosamente en los laboratorios de Siemens,
de Berlín, los experimentos de Gurwitsch, estableciendo además que los
fotones aislados pueden desencadenar la multiplicación celular.)
A continuación; en 1954, los italianos L. Colli y U. Facchini,
constatarían que también los embriones de diversas semillas de cereales,
emiten luz. Componentes luminosos que se distribuyen desde la zona
verde hasta la zona roja del espectro.
Hoy sabemos, que la propiedad
de conversión fotón-fonón (Una cuasi-partícula o modo cuantizado de
vibración, que se da en redes cristalinas como la red atómica de un
sólido) de la melanina (Un polímero de dopamina sensible a la luz y
responsable de la pigmentación de la piel y el color de los ojos) da
cuenta de cómo una vibración electromagnética (Fotón), puede convertirse
en una vibración acústica de menor velocidad. Lo que explica, que un
fenómeno de resonancia entre la melanina de la piel y la nuero-melanina
–situada en los circuitos más críticos del sistema nervioso central-, de
lugar a la transferencia de información mediante luz hasta el cerebro,
explicando su subsecuente efecto sobre el comportamiento.
Ello
explica, el significativo efecto terapéutico del láser infrarrojo de
débil intensidad modulado a muy bajas frecuencias; que durante más de
dos décadas, he utilizado personalmente –junto a mi equipo de
colaboradores- en el campo de la bioenergética médica. Los científicos
S. Stschurin, V. P. Kaznatchejev y L. Michailova, han confirmado también
–con más de 5.000 experimentos-, que las células vivientes transmiten
informaciones a través de los fotones y; en particular, a través de la
luz comprendida en la banda de radiaciones ultravioleta. Su
experimentación, la describirían así: “Las células; inmersas en una
solución nutritiva, se encontraban en dos balones de cuarzo que estaban
en contacto entre sí. Pues bien, uno de los cultivos celulares, fue
contaminado por un virus y se constató que; prácticamente de forma
simultánea, las células de la colonia contigua enfermaron también. Ese
mismo fenómeno se produjo cuando en uno de los recipientes las células,
fueron destruidas por dosis de radiación ultravioleta o envenenadas. En
cada ocasión; las células del recipiente vecino enfermaron también,
mostrando los mismos síntomas. Y eso; a pesar de que ambos recipientes
estaban aislados, ya que sus paredes eran de cuarzo. Bueno; pues cuando
se utilizó vidrio en lugar de cuarzo, las células quedaron protegidas y
no hubo transferencia de la acción patógena. Por tanto, la misma no pudo
deberse a los productos químicos o a los virus introducidos en el
primer cultivo. De hecho, éstos no se encontraron en el cultivo vecino…”
Stschurin –uno de los científicos que efectuó el experimento-,
declararía sobre las implicaciones para la medicina de este
descubrimiento lo siguiente: “Como las células afectadas por diferentes
enfermedades, presentan características de radiación diferentes, estamos
convencidos de que los fotones pueden informarnos con antelación de
cualquier principio de degeneración perniciosa; y revelarnos, la
presencia de virus.”
F. A. Popp –biofísico alemán, autor de
numerosas comunicaciones científicas sobre biofotones-, confirmaría
luego en sus investigaciones; que la luz, fuente fundamental de energía,
es la base de todos los procesos vitales. En su modelo –respaldado hoy
por numerosas investigaciones efectuadas ya en el mundo-, los quantos de
luz (Es la menor cantidad de energía, que puede transmitirse en
cualquier longitud de onda), representan el motor de procesos biológicos
fundamentales en la evolución, desarrollo, diferenciación y
degeneración celular.
Popp confirmaría igualmente, que la
célula emite radiación electromagnética coherente. Y que esa coherencia,
es la que da a la radiación la propiedad de resonancia y el
extraordinario poder energético del láser. Sus experimentos demostrarían
además, que ése efecto láser proviene de una resonancia entre los
fotones (De una emisión de luz exterior) y el campo electromagnético
emitido por el ADN; sólo que pudiendo manifestar sus efectos a
distancia, lo que lo distingue de las reacciones químicas.
En este ámbito, se han constatado además otras cosas:
1) Que las radiaciones de las células próximas a su muerte, se intensifican antes de extinguirse definitivamente.
2) Que la lesión provocada a cualquier planta, hace que la radiación
celular aumente en otras plantas; incluso, no estando cercanas.
3) Que los procesos de reparación del ADN lesionado, están relacionados con la foto-reparación o foto-reactivación.
Fenómeno experimentalmente establecido; por el cual, los daños
genéticos de las células y las formaciones celulares –cualquiera que
haya sido el modo en que se provocaron-, se reparan prácticamente
siempre en sólo unas horas, cuando son irradiados por una débil
radiación ultravioleta de una banda espectral particular (Alrededor de
400 nanómetros de longitud de onda). Descubierta primitivamente en las
bacterias; ésta reparación gracias a la luz, ha sido luego puesta en
evidencia sobre los organismos superiores y finalmente, en el ser
humano. Está en la misma banda espectral de la radiación ultravioleta,
en la que se manifiestan las interacciones patológicas de la luz y cae
en el mismo rango de foto-reactivación.
EL PODER SANADOR DE LA LUZ
La conclusión de todo esto; amigo lector, es que la luz tiene la
capacidad de sanar. Porque quizás de luz es la sustancia de la
sustancia. A fin de cuentas, la vida misma está en un estado
meta-estable, lejos del equilibrio térmico. Es un sistema abierto para
procesar la luz. Por eso, toda vida procesa la luz, enriquece la luz y
regala su luz como ofrenda. También la materia inerte es luz dormida. La
luz es materia viva y despierta. Y de luz, son tus moléculas y tus
pensamientos. Hasta el agua del océano de la creación, es sustancia-luz.
Así pues, ¡despierta! Porque cuando despiertas a la luz, la creación
continúa.
Recuerda lo que nos ha transmitido la Tradición:
“Y dijo Dios: Hágase la luz”.
Y desde entonces, la Luz no ha dejado de hacerse en todo. Siempre.