¿ESTAMOS LOCOS?
(Texto escrito por: Almudena Fuentes)
Paula tiene 7 años, de momento es un "fracaso escolar" porque no lee las 44 palabras por minuto que tendría que leer para su edad...
Juan tiene 8 años y le acaban de diagnosticar un TDAH muy leve, el colegio fuerza a sus padres a llevárselo o a medicarle...
Silvia tiene 11 años y no le interesan las matemáticas porque no se las
enseñaron bien, ahora sus padres le han puesto a petición de su
profesora, 4 horas a la semana de clase particular al volver a casa. En
el colegio la sacan de su clase para hacer refuerzo de matemáticas con 5
niños más y sus resultados en matemáticas siguen siendo muy bajos.
Se acuesta por las noches asustada y con miedo a los exámenes, su
pasión es bailar, pero no le queda tiempo y no se lo permiten...
Claudia tiene 15 años y se pasa 9 horas en el colegio y 4 horas estudiando en casa...
Carlos tiene 6 años y molesta en clase porque es un niño de altas
capacidades que se aburre soberanamente, pasa su tiempo siguiendo moscas
y fabricando figuras de papel... Está permanentemente castigado sin
recreo y amonestado por su profesora en presencia de sus compañeros...
Daniel tiene 9 años y por más que se esfuerza en sacar una buena nota
para sentirse satisfecho, su profesor suma religiosamente las décimas en
los exámenes y le pone puntuaciones como 4,8 sin ninguna compasión...
¡¡¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO?!!
Los niños tienen que ser todos iguales, ni mejores ni peores.
Somos muchos los que nos sobrecogemos al dejar a nuestros hijos en un
sistema educativo que no tiene ni pies ni cabeza, que no cuenta con el
individuo, al que le importa un bledo cómo son Paula, Juan, Silvia,
Claudia, Carlos o Daniel, y cuáles son sus fortalezas.
Los
niños no son felices, se aburren en clase, se cansan de tantas horas, de
tantos deberes, de tantos ejercicios, de tantos exámenes, de tan poco
tiempo libre, de tantas exigencias, de tan poco cariño, ¡son niños!,
¡por el amor de Dios!, ¡pero no son tontos!... Si tan sólo nos
atreviéramos a escucharles, a saber qué es lo que piensan de sus vidas,
de esos ejércitos de los que forman parte obligatoriamente, de ese
madrugón matinal que les empuja como ganado a ser simplemente una
nota...
Estamos locos los mayores por permitir lo que estamos
permitiendo, luego mirando hacia otros mundos y sintiendo compasión... Y
yo me pregunto, ¿qué niño es más feliz?
A mí me da miedo
escuchar a mis hijos. Me sobrecoge verlos cargados como mulas, con
montones de libros de texto a sus espaldas, llenos de obligaciones y
pendientes de una nota.
Nuestros hijos no son notas.
¡BASTA YA!
No quiero pasarme la vida peleándome con ellos para que se sienten a
estudiar, no quiero que sientan que sólo miramos las notas que les
ponen, no quiero que se acuesten asustados por culpa de las notas o de
los exámenes, que se estudian como papagallos para olvidarse al día
siguiente.
Es cruel evaluar permanentemente a un ser humano... Roza el maltrato...
¿Por qué no se habla de esto en los medios?
En la clase de Perico premian al niño que más libros lea con una bolsa
de chucherías. Todos compiten por leer el mayor número de libros
posible, pero no por los libros, sino por las chucherías...
¿Estamos locos?
Estamos haciendo a nuestros niños competitivos, generando envidias
entre ellos, separando a los niños de las niñas, estableciendo baremos
como "niños buenos" y "niños malos" (o "niños listos" y "niños
tontos"...)
Tratamos mal a los niños, no les tenemos en cuenta,
no comprendemos que son únicos, especiales, seres humanos; son soldados
uniformados y cargados con macutos en busca de un resultado para que la
sociedad se quede tranquila.
Y ¿qué podemos hacer?...
Revisar las expectativas que tenemos sobre nuestros hijos, no permitir
que les midan con un metro como el del parque de atracciones, en el que
si llega a la altura puede subir y si no llega o se pasa, tiene que
quedarse en tierra.
Defender la individualidad de nuestros hijos,
darnos cuenta de que no hay fracaso escolar, sino poco interés por lo
que se aprende.
Animar a nuestros hijos a protestar como individuos, a rebelarse y apoyarles.
Buscar el que aprendan y disfruten haciéndolo.
Cerrar los libros obligatoriamente a una hora establecida.
Darles días de asuntos propios o ¿es que ellos no tienen derecho a estar un día agotados?
Vamos a quitarles la presión de las notas, a convencerles de que lo único que tienen que hacer es aprender y disfrutar.
Vamos a mostrarles el camino ¡YA! y a no esperar a que lo tengan que
encontrar con un psicólogo en el futuro (todo mi amor y respeto hacia
esta magnífica profesión), o con un psiquiatra cuando ya no puedan más.
Vamos a liberar a nuestros hijos.
¡¡NO IMPORTAN LAS NOTAS!!
IMPORTAN NUESTROS NIÑOS que, en definitiva, son el futuro.