martes, 22 de enero de 2013

El poder de la palabra

Saludos. El poder de las palabras ¿Existe riqueza más grande que la que permite a un ser humano conocer qué nivel de ser ha alcanzado? o ¿qué es aquello que lo incita a despertar, a abandonar las cosas del pasado para llegar a algo nuevo? El descubrimiento más grande que el ser humano hace en el trabajo sobre sí es la percepción de la propia esclavitud. Y en esta ilusión de libertad en la que vivimos lo más grave es que ni si quiera buscamos una forma de escapar. Abandonar la falsa idea de libertad es el primer paso en el Camino, es la primera enseñanza que se imparte a través de la sumisión a un elemento externo a nosotros: el maestro. En este nivel, la tendencia a discutir, a atribuir importancia a las palabras disminuye. Se empieza entonces a construir la propia vida sobre valores y parámetros completamente nuevos. El poder de las palabras es grande y queremos contaros una historia que ilustra el dominio que éstas ejercen sobre nosotros: Un día, un maestro enseñaba a sus alumnos la notable eficacia psicológica de las palabras y como los hombres están sometidos a su poder como si de un estado de hipnosis se tratara. “Las palabras en sí mismas no tienen importancia, son un factor secundario, no son hechos reales. Sin embargo los hombres se alimentan únicamente de ellas y no de realidad. Reaccionan positiva o negativamente en base a palabras amables o injuriosas…” “¡No estoy en lo más mínimo de acuerdo!”, le rebatió un alumno poniéndose en pié repentinamente. “¡Las palabras no tienen semejante poder sobre nosotros!” “¡Inmundicia asquerosa, perro sarnoso!” le gritó el maestro encendido de rabia “¿Quién le ha dado permiso para levantarse? ¡Vuelva a sentarse inmediatamente o haré que le echen de aquí a patadas!” El alumno, preso a su vez por la ira le respondió: “¿Pero cómo usted, un maestro, reacciona de esta forma tan indigna? ¡Me maravillo de su comportamiento! ¡Es vergonzoso!”. “Le pido humildemente disculpas”, contestó dócilmente el maestro, “no sé qué ha podido pasarme. No era mi intención ofenderle ni humillarle. ¡Le ruego una vez más me disculpe!”. Al escuchar aquellas palabras el alumno se serenó y volvió a sentarse tranquilamente. En aquel momento el maestro dijo: “¿Habéis podido observar ahora el poder de las palabras? Han bastado algunas injuriosas palabras para herir a una persona y provocar en ella un torbellino de ira. Luego fueron suficientes algunas palabras amables para gratificarlo y devolverle la calma. ¡Una palabra puede traer ira o tranquilidad! Y aunque las palabras sean solo factores secundarios y no hechos reales, el ser humano no es capaz de ir más allá de ellas y desligarse de su poder. Permanece día tras día enredado, encadenado a ellas". gurdjieff.es